El enorme color frío de un cerco infranqueable a la libertad del espíritu aventurero atrapado en la sombra de una instancia precedente a un inminente arrebol sangrío y vegetal que llena los cuadros de un agónico ojo húmedo por la resistencia al impulso incontrolable de saltar hacia la luz que se extiende en el horizonte de una ciudad muerta de soledad por el abandono de un corazón que trajinó hasta el fondo el lecho de su anciana madre y luego le dejó por haber perdido el olor refrescante que la lejana mañana le daba grandes bocanadas de aquello que hoy desposee.
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